El llamado 'Sermón de las Siete Palabras' surge en Lima
(Perú), en la desaparecida capilla de Nuestra Señora de los Desamparados y lo
pronunció el sacerdote jesuita limeño Francisco del Castillo en 1660.
Este jesuita fue llamado el "apóstol de los indios y
negros". Querido y admirado por su labor evangelizadora entre los más
desfavorecidos de la sociedad virreinal limeña, trabajó sin descanso por su
bienestar y ofrecer su cercanía y misericordia a los más sufridos. En esta
capilla existía una imagen del Santísimo Crucifijo de la Agonía y este
sacerdote jesuita comparó el sufrimiento de Jesús con el padecimiento de los
pobres, esclavos y nativos por los criollos y españoles europeos. El padre Del
Castillo pronunció este Sermón hasta que falleció en 1673, siendo enterrado en
la iglesia de San Pedro de Lima. Este sacerdote, tras ser declarado
"Siervo de Dios" y "Venerable", El proceso de la Causa de
Beatificación y Canonización del P. Francisco del Castillo ha ido avanzando en
estos últimos años gracias a las recomendaciones dadas en octubre del 2018 por
el P. Vincenzo Criscuolo OFM, Relator General de la Congregación para las
Causas de los Santos, por el P. Pascual Cebollada SJ, Postulador General de la
Compañía de Jesús, y por el apoyo de Mons. Carlos Castillo, Arzobispo de Lima.
El Sermón de las Siete Palabras trata de provocar la
meditación y oración de las tres horas (desde la hora sexta a la hora nona
según los Evangelios) que permaneció Jesucristo crucificado y las siete frases
que pronunció desde la Cruz. Comenzaba el Viernes Santo a las 12 del mediodía y
concluía a las tres de la tarde. Era un esfuerzo físico e intelectual muy
importante para el predicador puesto que cada frase de Jesús debía seguirse un
comentario y predicación para cada expresión. Dicho sermón se sigue celebrando
en la catedral limeña desde hace ya más de 357 años.
Las Siete frases ("palabras") son:
Padre, Perdónalos porque no saben lo que hacen
Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso
Mujer, ahí tienes a tu hijo…Ahí tienes a tu madre.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Tengo sed.
Todo está cumplido.
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Este sermón nacido en Lima se convierte en un texto fijo
llamado 'Devoción a las tres horas de la Agonía de Nuestro Redentor Jesucristo.
Modo práctico de contemplar las siete palabras que su Majestad habló, pendiente
del Santo Árbol de la Cruz' por el también sacerdote jesuita peruano P. Alonso
Messía Bedoya (también considerado venerable). Esta versión que se extenderá
por todo el continente es la que nos llegará desde América y se propagará por
el resto de España, territorios italianos del Imperio español, Francia,
Inglaterra, etc. Quizás el más famoso de los que se siguen celebrando en España
sea el de Valladolid con la procesión que ofrece siete pasos con los momentos
en que Jesucristo pronuncia cada frase.
La participación de los fieles en esta práctica piadosa
llegó a obtener cien días de indulgencia concedidas por el Papa Benedicto XIV
desde 1740. Las restantes órdenes religiosas y numerosos sacerdotes redactarían
sus propios sermones sobre este momento de la Pasión. El texto del P. Messía se
siguió imprimiendo hasta bien avanzado el siglo XIX en España. Desde aquella
lejana fecha en Lima, muchas versiones se han escrito sobre este momento de la
Pasión hasta la actualidad tanto por religiosos como por literatos. Hasta la fecha,
se supone que este ejercicio o devoción (con el texto del jesuita P. Messía)
llega a Cádiz a través de los jesuitas de la calle Compañía y la iglesia de
Santiago.
El ejercicio piadoso consistía en la predicación de las
Siete Palabras, seguido de la adoración de las Cinco Llagas y oración a la
Madre Dolorosa finalizando con el credo y una canción jaculatoria.
Si bien, en 1767, son expulsados los 600 miembros de toda la
provincia jesuítica de Andalucía a través del puerto de Cádiz, la huella de los
hijos de San Ignacio de Loyola no desapareció del todo. El que fue fundador de
la Santa Cueva, el P. José Sáez de Santa María, había nacido en Veracruz y
había sido educado por los jesuitas. Por tanto, no era extraño que conociese
esta práctica piadosa. En esa joya arquitectónica, pictórica y devocional de la
calle Rosario, hay numerosos detalles que hacen alusión a la Compañía de Jesús
como los altorrelieves de San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka en la
capilla alta, sin necesidad de profundizar en mayor detalles. Por tanto,
tenemos ya a un sacerdote formado e inspirado por los jesuitas, un texto que ya
había llegado a España y un lugar idóneo para meditar como es la capilla baja
de la Santa Cueva.
El Sermón de las Siete Palabras se desarrollaba de la
siguiente manera: el sacerdote ocupaba el púlpito o la cátedra (el sillón que
hay en la capilla baja de la Santa Cueva y cuyas paredes estaban recubiertas de
paños negros), pronunciaba cada "palabra" y reflexionaba sobre ella,
terminaba, se levantaba, se dirigía hacia el calvario y se postraba ante él
para retornar a su sillón luego y así sucesivamente en cada "frase"
de Jesucristo en la Cruz. Pensemos que pasaban unos minutos de silencio y meditación
que podían disipar la atención de los asistentes. Cubrir este tiempo es una de
las causas más probables de la partitura de Haydn: ayudar a orar y cubrir el
momento de silencio.
Los fundadores de la Santa Cueva: el P. Saéz de Santa María,
Sebastián Martínez, el Marqués de Méritos y el Marqués de Ureña eran grandes
ilustrados y amantes de la música. Sabían perfectamente que Haydn era el mejor
compositor de su tiempo (que recibía encargos de casas reales, del Duque de
Alba o la Duquesa de Osuna-Benavente). Existe unanimidad en que el Marqués de
Méritos era amigo de Haydn y la persona que le hace el encargo en Austria.
Joseph Haydn compuso esta obra en 1787 y diría después que
le resultó muy complicado y sencillo a la vez porque le dieron unas
instrucciones muy precisas que lo encorsetaban pero muchos detalles que le
ayudaron a comprender lo que se le encargaba y su finalidad. Siempre se sintió
muy orgulloso de esta partitura y la consideró de sus mejores piezas. De hecho,
hizo varias versiones y las interpretó en Viena, giras londinenses, etc. señal
inequívoca de lo seguro que estaba de su calidad. La primera versión fue para
orquesta -orquesta de cámara-, luego le seguirían versiones para cuarteto de
cuerdas, para pianoforte y la versión coral-orquestal.
Fuente: https://www.diariodecadiz.es/semana_santa/Palabras_0_1231677337.html
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